Una causa de Hispania Gothorum
Hay ciudades que nacen para ser puertos, otras para ser fortalezas… y algunas pocas para ser alma.
Toledo no fue solo una capital política: fue el corazón espiritual de Hispania, el lugar donde las raíces del mundo antiguo y las semillas del mundo medieval se unieron para dar forma a la identidad hispana.
Herencia visigoda
Bajo los reyes visigodos, Toledo fue el centro de un reino que soñó con la unidad.
Desde sus muros se promulgó el Liber Iudiciorum, se celebraron los grandes concilios que definieron la fe y el derecho, y se consolidó una visión cristiana y latina del poder.
Aquí, Recaredo selló su conversión y con ella la de un pueblo entero, marcando el inicio de una tradición religiosa y cultural que perduraría más de mil años.
Toledo fue el laboratorio de la primera España, una nación en ciernes donde la ley, la lengua y la fe comenzaron a entrelazarse.
Símbolo de unidad y trascendencia
Defender Toledo como capital espiritual de España no es una nostalgia del pasado:
Es reconocer el origen de nuestra identidad común.
La ciudad representa la unión de lo romano y lo godo, de lo cristiano y lo humano, de lo intelectual y lo sagrado.
Desde sus concilios hasta su arquitectura, Toledo encarna el ideal visigodo de un reino ordenado bajo la justicia, la sabiduría y la fe.
Por eso no es solo una joya monumental: es un símbolo de lo que España fue, es y puede seguir siendo.
Una batalla cultural por la memoria
Hispania Gothorum asume la defensa de Toledo como capital espiritual de España, promoviendo:
La divulgación del papel de Toledo en la historia visigoda y su influencia en la España medieval.
La conservación y puesta en valor de sus restos visigodos y paleocristianos.
Jornadas, rutas y publicaciones que difundan su importancia como “cuna de la unidad hispana”.
Iniciativas culturales y educativas que devuelvan a Toledo su dimensión simbólica y moral.
Toledo, el espejo de Hispania
Defender Toledo es defender el alma de España:
la ciudad que fue cuna de reyes, sede de concilios, y faro de cultura en la oscuridad.
En sus piedras aún resuena el eco de Recaredo, de Sisebuto, de Isidoro…
y con ellos, el recuerdo de una Hispania que buscó siempre la luz de la razón y de la fe.
Toledo no es pasado: es espíritu.
Y su espíritu sigue siendo la llama de España.
